Este el genial pintor que
viviera sesenta y un años, es uno de los
más grandes maestros que la pintura ha dado. Sin Velázquez habría quedado una
brecha imposible de ocultar en la pintura. Velázquez se adelantó a su época y
ha sido un artista notoriamente original. Incluimos en esta nota la opinión de
un conocedor como lo fue Pierre Lavedan, profesor de la Universidad de La Soborne quien
expresara: “Velázquez ocupa en el arte español un lugar muy aparte. El género
mismo en que se hizo ilustre, el retrato
de corte, que le vino a España desde el exterior. El artista, hijo de un
portugués, continúa la obra del flamenco Moro y de otro portugués Sanchez
Coello. Si, fue educado y nutrido por España. Las diferencias con sus contemporáneos,
un Murillo, un Zurbarán, un Valdés Leal son evidentes. No solo su técnica es
solamente suya, en ellos no se da esa negativa a la expansión, ni esa falta de
misticismo. Sucede a veces—Rembrandt es otra prueba—que el más grande pintor de
un país no sea la más exacta alma de ese país”.
Y continua Lavedan, señalando la
imagen del pintor de esta manera: “El
rostro de Velázquez es bien conocido. Autorretrató varias veces, sea en grupo o
sea solo. Largos cabellos negros cayendo en ambos lados del rostro, bigotes
retorcidos, ojos oscuros, una expresión severa; todos esos retratos concuerdan;
puede pues admitirse que dicen la verdad. Pero primero nos dicen es que no pidamos
a este hombre confidencias sobre sí mismo. También es fácil escribir biografías
de Velázquez, pero nunca serán más que un curriculum vitae”. Este
personaje era natural de Sevilla y vio
la luz por vez primera un seis de junio de 1599. Hijo de un gentilhombre
portugués llamado Juan Rodríguez de Silva y de Gerónima Velázquez de quien tomó
su apellido. Mejor que Zurbarán, quien era hijo de un campesino, o a Murillo
hijo de un artesano, sus orígenes le disponían ser pintor de corte.
Su aprendizaje tuvo lugar en
Sevilla en dos talleres: Herrera y después Pacheco. El primero resultó ser un
hombre medio salvaje, cuya mujer, una hija y dos hijos le abandonaran huyendo
de su brutalidad.
Pacheco, hombre de buena
educación, poeta, autor de un célebre tratado de pintura y además padre de una encantadora hija [después
de cinco años de enseñanza –escribe—la di a Velázquez en matrimonio incitado
por su discreción, su virtud, sus buenas cualidades y por la esperanza que nos
hacían concebir su feliz naturalidad y su talento]”.