Van Gogh, autorretrato

LA CULTURA, EL CONOCIMIENTO, EL ARTE Y LA CIENCIA. (Van Gogh, autorretrato) JUAN YÁÑEZ, desde San Juan de los Morros Venezuela, les da la más cordial bienvenida...


viernes, 7 de abril de 2017

Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016

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El cantautor estadounidense ha recibido el máximo galardón literario del mundo "por haber creado un nuevo modo de expresión poética integrada en la gran tradición de la canción americana"

EL CULTURAL | 13/10/2016

Bob Dylan

En los últimos años el nombre de Bob Dylan sonaba con fuerza como candidato al Premio Nobel de Literatura, pero este año ya no figuraba en los primeros puestos de las quinielas. No obstante, Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca y miembro del comité que concede el premio, ha asombrado a todos los presentes en la sala este jueves al leer en voz alta su nombre como ganador del máximo galardón literario del mundo "por haber creado un nuevo modo de expresión poética integrada en la gran tradición de la canción americana".

"Es un gran poeta que entronca con la tradición del idioma inglés. Lleva 54 años reinventándose constantemente", ha opinado la secretaria del comité minutos después de anunciar el premio. "Su disco de 1966 Blonde on Blonde está lleno de clásicos, es un extraordinario ejemplo de su brillante capacidad para rimar, para escribir estribillos y de su pensamiento pictórico".

Robert Allen Zimmerman (Duluth, Minnesota, 1941), más conocido como Bob Dylan, ha sido uno de los músicos más influyentes del siglo XX, tanto en Estados Unidos como en el mundo entero. A lo largo de su carrera ha lanzado más de 40 discos y canciones como Like A Rolling Stone, Blowin' In The Wind, The Times They Are a-Changin' y A Hard Rain's a-Gonna Fall forman parte del cancionero esencial de varias generaciones. También es el responsable de la electrificación del blues, cuando se atrevió a dar su primer concierto con guitarra eléctrica en el Festival de Newport de 1965. Con este gesto, criticado por muchos en aquel momento, insertó la tradición de la canción americana en la modernidad.

Bob Dylan lleva el compromiso con la poesía en su nombre artístico, que escogió en honor al poeta galés Dylan Thomas. Desde sus comienzos, el cantautor ha tratado con gran aliento poético temas sociales y filosóficos en sus canciones, cuyas letras han sido editadas en formato libro en numerosas ocasiones. Ha recibido innumerables premios por su trayectoria musical y ha sido distinguido con doctorados honoríficos en música por la Universidad de Princeton y otras, así como la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1990, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2007; el premio Pulitzer Special Citation en 2008; y la Medalla Nacional de Artes de Estados Unidos en 2009.

Dylan nació en el seno de una familia judía de clase media y se crio en la ciudad de Hibbing. De adolescente tocó en varias bandas y con el tiempo su interés por la música se hizo más profundo, con una especial pasión por el folk americano y el blues. Uno de sus ídolos era el cantante de folk Woody Guthrie. También le influyeron los primeros artistas de la Generación Beat y los poetas modernistas.

El músico y poeta se mudó a Nueva York con 20 años y empezó a actuar en clubs y cafés del barrio de Greenwich Village. Conoció al productor John Hammond y firmó con él un contrato para lanzar su álbum de debut, Bob Dylan (1962). En los siguientes años grabó varios discos que tuvieron un impacto enorme en la música popular, como Bringing It All Back Home y Highway 61 Revisited, en 1965; Blonde On Blonde, en 1966; y Blood On The Tracks, en 1975. En las siguientes décadas siguió grabando discos, entre los que destacan Oh Mercy (1989), Time Out Of Mind (1997) y Modern Times (2006).

Dylan ha demostrado su versatilidad como artista en otras disciplinas como pintor, actor y guionista. Además de su amplia producción de discos, ha publicado trabajos experimentales como Tarantula (1971) y la colección Writings and Drawings (1973).

También ha escrito su autobiografía Crónicas (2004), en la que relata sus memorias de su época temprana en Nueva York y en la que provee destellos de su vida en el centro de la cultura popular. Desde finales de los ochenta, Bob Dylan ha girado constantemente con su "Never-Ending Tour". Dylan tiene el estatus de icono. Su influencia en la música contemporánea es profunda, y se han publicado incontables libros sobre su vida y su obra.

Viernes, 7 de abril de 2017

EL BLOG OPINA
                               "Sobre gustos y colores no hay nada escrito"  Es un refrán lleno de sabiduría como lo son la mayoría de ellos. Sin duda el primer sorprendido habrá sido el propio Dylan y hasta con un poco de pudor pensó no merecer, ni aceptar el tan vapuleado y desprestigiado premio Nobel de Literatura, porque él no es un escritor. Se tomó su tiempo para contestar y pensó correctamente. ¿Porque no aceptar un premio que por lo menos da dinero, que lo regalan a manos llenas una "tribu civilizada de Estocolmo"?  Aclaramos que lo de "tribu" no tiene nada de malo, porque aún todos los humanos tenemos la "tribu ancestral" en la cabeza, aunque existen muy pocas honrosas excepciones en las que nosotros no figuramos. 
Todo lo arriba escrito, se nos ocurre que a cualquiera de nosotros, hasta el más carente de virtud y calidad humana se le puede hacer una historia semejante. Solo es necesario saber hablar o escribir con la suficiente imaginación y oficio.
También se nos ocurre que a falta de pan buenos son los pasteles. ¿Porque no premiar a aquellos que fueron merecedores de esos premios que quedaron sin ellos por diversas razones, entre ellas, por olvido, por retaliaciones de carácter personal o porque se les dio las ganas. Hasta se podrían incluir hasta  aquellos escritores merecedores del mismo, pero que la vida se les fue antes de instituirse el premio. Para nombrar solo a algunos, se nos ocurre que Homero, Cervantes o Shakespeare podrían ser de la partida. Otro sí, que puede preguntarse es Borges, que estando vivo le cobraron "el derecho de piso" por decir, o por no decir o porque me parece que dijo o no dijo. El tiempo es sabio. Hoy sabemos que Borges nunca necesitó de esa comedia de mal gusto y peor argumento.


Horacio Salgán: memorias y amnesias de un maestro



                                 Lo que llama "efecto Salgán" obligó al jazzista a repensar y poner en tela de juicio el misterio del swing; homenaje de un pianista a otro.

Adrián Iaies VIERNES 23 DE DICIEMBRE DE 2016. LA NACIÓN BUENOS AIRES
Horacio Salgán. Foto: Silvana Colombo

Ese gran contador de historias devenido contrabajista perfecto que es mi hermano Horacio Fumero ha desarrollado, a los fines de la práctica de su arte, un doble talento, en apariencia, incompatible. O, al menos, inconveniente. Una memoria prodigiosa para recordar anécdotas -"espectaculares", según su propia definición-, asociada a una también espectacular amnesia que le impide registrar, en tiempo real, que ya las ha contado. No una, sino varias veces.

Sacando provecho de ese doble circuito, he invertido buena parte del mucho tiempo que pasamos de gira juntos en tirarle de la lengua y que vuelva a deleitarme con alguna de esas verdaderas gemas de la oralidad.

Lo sorprendente es cómo las cuenta -esas historias-, siempre del mismo modo. Como si las tuviese escritas y memorizadas. Los mismos adjetivos, algunas palabras clave como disparadores y un carácter cuasi barroco para la descripción. Y aun así, consigue que esa puntillosidad vaya asociada, paradójicamente, a la efectividad y la sorpresa que sólo se logra en un estreno. Lo que un comentarista de fútbol de los de antes llamaría un fantasista. No en vano su amor por Saer.

En una época yo iba a escuchar a Horacio Salgán al lugar más lindo que ha tenido Buenos Aires: El Club del Vino. No habrá ninguno igual..., era nuestro Village Vanguard, de cuando en los clubes se fumaba y el humo era una parte inescindible de las polaroid que reflejaban el evento sumándole charme.

Era ése mi plan perfecto de sábado, cada dos o tres semanas. El lugar siempre estaba lleno, siempre como a punto de explotar, con ese aire de jolgorio que antecede a un gran acontecimiento.

Con Cristina Banegas, preciosa, bendiciendo ese antro esplendoroso. La noche terminaba con el Quinteto Real (al principio con Antonio Agri y, desaparecido éste, con Julio Peressini). Pero en la previa, el tuco se armaba con el trío de Néstor Marconi, el dúo de Salgán con De Lío y, como corresponde a un espectáculo de este calibre, Nelly Omar abría la noche.

Era un fiestón.

Tanto el dúo como luego el quinteto tocaban invariablemente el mismo repertorio, en el mismo orden y, por supuesto, los mismos arreglos. Nota por nota. Es más, Salgán solía hacerle a De Lío un elocuente gesto con la mano, tipo "esto nos salió mas o menos", siempre después del mismo tango, creo que "Malena", pero no podría jurarlo.

No había presentadores, nadie hablaba, ni falta hacía. Y nadie de los parroquianos habría apostado a que lo escuchado esa vez ya había sucedido con anterioridad. La clave del éxito.

Don Horacio Salgán, ese gran maestro a su pesar, me obligó a repensar y poner en tela de juicio todos mis preconceptos acerca del misterio del swing.

La sorpresa, esa condición indispensable del arte, se manifiesta en toda su potencialidad cuando acompaña un hecho objetivamente nuevo o, quizá, cuando lo viejo, lo ya dicho, se refresca de un modo natural sin mayor esfuerzo de parte del artista.

Hay una primera y lineal lectura según la cual alguien sería capaz de relatar lo mismo una y mil veces sin perder la espontaneidad. Pero tal vez no es solamente eso. Quizás ese don incluye el olvidar lo relatado. Como un código de seguridad que asegure la efectividad de cada nueva versión, siempre igual a la anterior, pero siempre nueva. Como una santa amnesia.

Salgán no ha sido un ejemplo de laboriosidad. Y aclaro antes que alguien se enoje: Salgán no trabajó de más. Nunca escribió dos arreglos diferentes para el mismo tango. No hizo falta. Cada orquestación era definitiva, desde su origen. Y nada de lo esencial que sonaba con la orquesta de los años 50 faltaba luego en las versiones del Quinteto Real o incluso el dúo.

Es más, exagerando solamente para ser gráfico, podría decir que aunque no hubiese compuesto tango alguno, su importancia e influencia no habrían sufrido mella. ¿O alguien se anima a afirmar que "Boedo" o "Gallo ciego" no los reescribió él? Como Bill Evans robándose "Emily" o "Beautiful Love".

Pensar en el efecto Salgán llevó a un jazzista dogmático como yo (¿hay acaso otra forma de hacer jazz que no sea desde el dogma?), por añadidura, a otros planteos y reencuentros. No casualmente lo asocié a John Lewis. Mi veneración por el fundador del Modern Jazz Quartet deviene, en parte, de esas disquisiciones a las que Salgán me obligó. Desde el uso orquestal del piano hasta la austeridad de gestos en la interpretación. El balance perfecto, esas piezas de no más de tres o cuatro minutos en las que no faltaba nada. Ni sobraba.

Lo primero no es una operación tan compleja. Lo segundo es siempre un milagro. Es un ejercicio de ascetismo, de reflexión, es poder tener una mirada absolutamente objetiva sobre uno mismo. Desarraigarse saludablemente.

Salgán ha sido esa elegancia, esa prestancia.

Y me ha contado mil veces la misma historia, sin cambiar ni un punto ni una coma, sin abusar de efusividad alguna, sin derrochar deseo, sin despeinarse.

Sin tirar de ninguna costura.

Y no sólo ha logrado hacerlo parecer como su primera vez, sino también la mía.


Del editor: ¿por qué es importante? El año estuvo signado doblemente por el gran pianista del tango: primero, en junio, cumplió cien años; dos meses más tarde partió dejando un legado invaluable.

lunes, 3 de abril de 2017

Los soldados panaderos británicos


Una improvisada panadería en la Primera Guerra Mundial
Los panaderos metiendo la masa de pan en los hornos


Una improvisada panadería en la Primera Guerra Mundial

CHARLES TRAMPUS Día 31/03/2017 - 17.58h ABC MADRID

Salónica (Grecia), marzo de 1916. Los ingleses en campaña. Instalación militar de panadería para el ejército inglés en Salónica.

                                              La imagen que tramos hoy, es tan curiosa como explicativa de lo que supuso la Primera Guerra Mundial. Millones de ciudadanos de todo el mundo, que no tenían ninguna relación con el ejército, se vieron con la responsabilidad y la obligación de alistarse para luchar contra el enemigo que amenazaba la paz mundial. Toda mano era necesaria y podía marcar la diferencia en el desenlace final. La fotografía que traemos hoy aquí, y que ya fue portada de ABC el día 23 de marzo de 1916, muestra los improvisados hornos que montó el Ejército Británico en Salónica. Estos soldados eran en origen panaderos, que durante la estancia en la ciudad griega, se encargaron de cocinar el pan para el regimiento con los escasos medios de que disponían.
Salónica (Grecia), marzo de 1916. Los ingleses en campaña. Instalación militar de panadería para el ejército inglés en Salónica.


La imagen que tramos hoy, es tan curiosa como explicativa de lo que supuso la Primera Guerra Mundial. Millones de ciudadanos de todo el mundo, que no tenían ninguna relación con el ejército, se vieron con la responsabilidad y la obligación de alistarse para luchar contra el enemigo que amenazaba la paz mundial. Toda mano era necesaria y podía marcar la diferencia en el desenlace final. La fotografía que traemos hoy aquí, y que ya fue portada de ABC el día 23 de marzo de 1916, muestra los improvisados hornos que montó el Ejército Británico en Salónica. Estos soldados eran en origen panaderos, que durante la estancia en la ciudad griega, se encargaron de cocinar el pan para el regimiento con los escasos medios de que disponían.