Oscar Yanes entrevistando a Salvador Dalí |
Oscar Yanes: la última vaina del reportero
Por Guillermo Ramos Flamerich
«¿Y
cómo es que yo estoy muerto y no es un sueño? », se pregunta Oscar Armando
Yanes a la 1:33 de la tarde del lunes 21 de octubre de 2013. «Porque todos
estamos aquí», contesta una voz remotamente conocida, la de Rosa Consuelo, la
madre que prematuramente falleció cuando él apenas llegaba a los tres años. Es
ella, la de la foto, la que siempre estuvo en sus fantasías y en un recuerdo
fugaz en el que caminan agarrados de la mano, en la playa, hasta que una ola
muy grande los moja.
También
está su abuela Rosalía, las tías Carmen, Aida y Carlota, la prima Mercedes y el
viejo Yanes, su padre, el que le dice mientras le abraza: «¡Por fin llegaste,
vale! Ya era hora». Ninguno lo llama Oscar, todo es Armandito esto, Armandito
lo otro. Pero Armandito tiene miedo, le teme a pensar que ha muerto: «Qué
vaina…». En eso, la madre lo regaña: «¡No digas groserías!», y a modo de
susurro continúa: «por primera vez te puedo regañar y me da pena, porque eres
un hombre viejo ¡qué feliz soy!». Con estos personajes y diálogos Oscar Yanes
recrea su muerte al inicio del primer tomo de: ¡Nadie me quita lo bailao!, las
memorias de un reportero publicadas en 2007 por la editorial Planeta. El día de
ese encuentro ya ocurrió.
Los años pasan sin uno darse cuenta. Es
viernes por la mañana y por alguna razón ese día no hay clases, se puede
disfrutar de Así Son las Cosas por Venevisión. Son retratos de la vida íntima
venezolana de comienzos del siglo XX que formaron a muchos de los niños de mi
generación. El hombre con bigote, sombrero y corbatas coloridas; las frases,
todas con un acento caraqueño de antaño, muy pronunciado, seguro y bonachón:
Chúpate esa mandarina, cúbrase de gloria, siga vibrando… La última expresión
fue la que me dijo la primera vez que lo conocí, cuando me firmó un ejemplar de Pura Pantalla (Planeta, 2000), en el que
narra «las indiscreciones de la vida venezolana en circuito cerrado», los
amores, desengaños, momentos cumbres e ídolos de nuestra televisión. Gracias a
los regalos de mi abuela pude leer, uno a uno, los libros que había publicado
en los noventa y principios de la década del 2000.
Pero
este periodista nacido al sur del río Guaire, tuvo una trayectoria mucho más
allá de sus cuentos pintorescos. Fue director de la Televisora Nacional
en el primer gobierno de Rafael Caldera, director de la Oficina Central de
Información cuando Luis Herrera y diputado del Congreso de la República , todos estos
entes ahora extintos. En abril de 1965 llevó las cámaras de televisión a los
tribunales donde se juzgaba al ex dictador Marcos Pérez Jiménez. También narró
la transmisión de la llegada del hombre a la luna, fue corresponsal durante la
guerra de Vietnam… Y maestro de las polémicas. Lo acusaron de amarillista por
su trabajo reporteril de sucesos en Últimas
Noticias, o las transmisiones que realizó desde La Carlota , donde se
mostraban los escombros del terremoto de Caracas del 29 de julio de 1967. A esas acusaciones
respondía con algún refrán de la vieja ciudad.
Pero
Oscar Yanes también entrevistó con su marcado estilo personal al compositor y
director Igor Stravinski, al líder egipcio Gamal Abdel Nasser, al premio Nobel
de literatura John Steinbeck, al pintor Salvador Dalí, tantos personajes, que
luego reuniría en su libro Cosas
del Mundo, en 1972. Esto sin contar el intenso debate que transmitió
Venevisión en las noches de La
silla caliente, referente fundamental de la elección presidencial de 1998.
Los últimos quince años de su vida sirvieron para consolidar su imagen de
cronista, fabulador y en ocasiones humorista.
El
22 de abril de 2007 el Aula Magna de la
UCV albergó a parte de los representantes más importantes del
humorismo venezolano. Se reunieron para celebrar los ochenta años de Armandito.
De contar su vida, chistes contra el gobierno, de recrear la célebre entrevista
que le realizara a Reverón y de vibrar, en conjunto, con cada uno de los
asistentes. Fue un acto de esos que llaman «únicos», donde la venezolanidad,
esa chispa que viene con nuestra forma de ser, estuvo presente de principio a
fin. Fue la segunda oportunidad en la que pude conversar con él. Vendrían
nuevas ocasiones, cada una de ellas particular. Pero hoy se ha ido, y Hoy es Mañana, le toca bailar
el merengue de los muertos y la última vaina del reportero.