La actriz sueca, que nació el 29 de agosto de 1915, falleció en Londres el día que cumplía 67 años
EL BLOG OPINA
Poco más podemos
agregar en este breve nota que nos recuerda a una estrella irremplazable en la
historia del CINE. Una actriz con un profesionalismo tan espontaneo, dotada de una calidad
interpretativa natural que los grandes directores les era menester incluirla en sus
producciones para valorizar su personal quehacer cinematográfico.
JULIO BRAVOJULIOBRAVO1963 / MADRID
Día 29/08/2015 - 13.11h
La actriz sueca,
que nació el 29 de agosto de 1915, falleció en Londres el día que cumplía 67
años
Cien años de Ingrid Bergman, la estrella
que brilló por su naturalidad
ABC
«Creo que ella eligió morir el mismo día
que había nacido; hay una especie de simetría en ello, es algo que le gustaba.
Y es apropiado, fue como cerrar el círculo de su vida». Son palabras de Pia
Lindstrom, la hija mayor de Ingrid Bergman, que hoy, 29 de agosto, hubiera
cumplido cien años. La actriz sueca, uno de los grandes mitos de la época
dorada de Hollywood, es recordada hoy en todo el mundo. Suecia y Estados Unidos
le dedican un sello de correos; en Estocolmo se ha estrenado, con la presencia
de sus cuatro hijos, un documental sobre su vida con material inédito, y el
MoMA neoyorquino inaugura hoy un ciclo de proyecciones de sus películas
-también lo hace, en Madrid, el Circulo de Bellas Artes-, entre las que figuran
algunos de los títulos míticos de la historia del cine: «Encadenados», «Sonata
de otoño», «Luz que agoniza», «Juana de Arco» y, sobre todo, «Casablanca».
La actriz en "Casablanca" |
Isabella Rossellini, la más popular de
sus hijas, ha dicho de ella por su parte que «gustaba a las mujeres porque
veían en ella su misma naturalidad». Su hermano Roberto la ha definido así:
«Fue una mujer libre, independiente, valiente y muy moderna. Rendirle homenaje
a ella es rendírselo a todas las mujeres».
Son dos testimonios cercanos e íntimos
sobre una mujer que se alejaba del canon de las grandes estrellas de Hollywood,
que ofrecía a las cámaras la serenidad de su mirada y la sencillez de su gesto;
de una actriz que enamoró a directores como Alfred Hitchcock -con el que
trabajó en tres ocasiones-, Víctor Fleming, Stanley Donen o Michael Curtiz; que
rodó en cinco idiomas (sueco, alemán, inglés, italiano y francés) y que obtuvo
tres Oscar, por «Luz que agoniza» (1974), «Anastasia» (1956) y «Asesinato en el
Oriente Express» (1974). Según el American Film Institute, es la cuarta
estrella de Hollywood más importante, solo por detrás de Katharine Hepburn,
Bette Davis y Audrey Hepburn.
Ingrid Bergman tenía una sonrisa tibia y
una mirada transparente, a la que se asomaba con frecuencia la melancolía. Tal
vez eran las huellas de su infancia: perdió a su madre cuando apenas tenía dos
años y a su padre una década después. Siempre quiso ser actriz: «Cuando salí del
escenario, yo estaba de luto, estaba en un funeral. El mío. Fue la muerte de mi
ser creativo», contaba al recordar su primera audición en la Royal Dramatic
Theater School de su ciudad natal, Estocolmo. Tras una docena de películas en
Suecia el productor David O. Selznick la llevó a Estados Unidos en 1939 para
una nueva versión de «Intermezzo». Y solo tres años más tarde, llegó
«Casablanca». la historia de amor imposible con Humphrey Bogart -«siempre nos
quedará París»- hizo que Ingrid Bergman se convirtiera en una estrella.
Su carrera tomaría un nuevo giro en 1949.
Fascinada por el cine de Roberto Rossellini, le escribió diciéndole cuánto le
gustaría trabajar con él. Lo hicieron en la película «Stromboli»... Y se
enamoraron. La actriz quedó embarazada, y Hollywood la repudió -Ingrid Bergman
ya estaba casada con un médico sueco-; el asunto se trató incluso en el Senado
de Estados Unidos, que la calificó como «una influencia poderosamente maligna».
«La gente veía en mí a Juana de Arco y me convirtió en una santa. No lo soy,
solo soy una mujer, otro ser humano», declaró.
Tras siete años de matrimonio llegó el
tercer cambio en su vida. La actriz sueca retomó su carrera en Estados Unidos,
donde el escándalo que la obligó a emigrar se había ido diluyendo como un
azucarillo. Alternó el cine con el teatro, Hollywood con Europa, y se casó por
tercera vez. Su último papel fue el de la histórica líder israelí Golda Meir,
por el que ganó su segundo Emmy, ya a título póstumo. Un cáncer de mama terminó
con su vida en Londres el 29 de agosto de 1982, justamente 67 años después de
su nacimiento.