Mussolini, con un grupo de dirigentes fascistas, al frente de la Marcha sobre Roma (1922) |
HEMEROTECA ABC MADRID
ISRAEL VIANA ISRA_VIANA / MADRID
Día
18/11/2012 - 09.32h
Hace 90 años, 40.000 fascistas alentados por Mussolini
recorrieron Italia a pie hasta Roma, armados con palos, para instaurar el
modelo fascista que inspiraría después a Hitler y Franco
ABC
Benito Mussolini, 24 de octubre de
1922, en Nápoles: «Os digo con toda solemnidad: o se nos entrega el
Gobierno o lo tomaremos marchando sobre Roma». Y las 40.000 bocas presentes
gritaron: «¡A Roma, a Roma!». Aquella amenaza era el pistoletazo de salida para
la multitudinaria marcha que cayó sobre la capital italiana, hace ahora 90
años, arrebatando el poder al Parlamento e inaugurando el primer régimen
fascista de Europa, que inspiraría poco después a Hitler y
aFranco.
Es cierto que a finales del siglo XIX ya existían en Italia
algunas organizaciones denominadas «fascio» (haz), pero era una
ideología uniforme. Fue Mussolini el que creó y definió el movimiento fascista
como tal, en 1919, incrementando la agresividad en sus discursos
contra comunistas, socialistas o contra la misma democracia, y promoviendo la
violencia como arma política legítima. Pronto los apedreamientos, las peleas
callejeras y los incendios protagonizados por sus seguidores se convirtieron en
algo demasiado común.
En 1921, a
los 38 años, Mussolini se
hacía con un escaño en
el Parlamento italiano, algo considerado por el Gobierno sólo como un «mal
menor», protagonizado por un grupo marginal. Pero a lo largo de 1922 era
evidente que el Partido
Nacional Fascistahabía aumentado considerablemente su número de afiliados,
y que estos tenían proyectos propios que amenazaban el propio parlamentarismo
italiano.
«Nosotros
rechazamos el dogma democrático de
que se deba proceder eternamente por sermones y prédicas de naturaleza más o
menos moral. En un momento determinado es menester que la disciplina se exprese
en la forma y bajo el aspecto de un acto de fuerza y de imperio… La violencia
es a veces moral», dijo un exaltado Mussolini en un discurso en Udine, el 20 de septiembre de
1922. «Los fascistas no estamos dispuestos a entrar en el Gobierno por la
puerta de atrás», sentenció en Génova,
cuatro días después.
«La amenaza fascista»
La tensión en
Italia era tan grande que
el primer ministro, Luigi Facta, anunció una gran
manifestación patriótica con el objetivo de amedrentar a los exaltados
fascistas y evitar una posible guerra civil. Esto enfureció a Mussolini, que se
adelantó con rapidez, organizando la histórica y nefasta Marcha sobre Roma con
la que cambiaría el rumbo de Europa hasta desembocar en la Segunda Guerra Mundial.
El 28 de diciembre de 1922, 40.000
fascistassalieron de diferentes partes de Italia hacia la capital con el
objetivo de exigir el poder. La orden de Mussolini era la de que se realizaran
manifestaciones públicas y masivas en las principales ciudades del país,
recurriendo a la violencia si era necesario. Un golpe de efecto orquestado
magistralmente por el futuro «Duce», con una gran dosis de teatralidad, y no
menos efectividad y contundencia.
Decenas de miles de camisas negras –como se conocía a los
militantes fascistas voluntarios utilizados por Mussolini para sembrar el terror– se lanzaron
a la carretera armados con palos, barras de hierro, armas caseras y algunas
pistolas. Llenaron trenes, coches y camiones, y muchos de ellos fueron a pie.
Aclamando a Mussolini
El propio «The New York Times»
describió con detalle el trayecto de Mussolini: «Viajó hasta Civitavecchia en
un tren especial, puesto a su disposición por el Gobierno. Pero durante el
trayecto fue obligado a descender de él, ya que los raíles habían sido
arrancados por el Ejército para impedir el avance de los fascistas hacia Roma.
Sin embrago, se encontró con uno de los vehículos privados del Rey, que le
traslado a Roma. Pero su avance fue muy lento, porque todos los caminos estaban
llenos de miles de fascistas marchando hacia la ciudad, quienes insistían en detener el coche cada pocos minutos para
aclamarle».
«Se espera que los fascistas entren en Roma, por la fuerza,
hoy o mañana»
Cuando
la gran mayoría de las hordas fascistas llegaron a las afuera de la capital, el
primer ministro, Luigi Facta, pidió al Rey Víctor Manuel III que decretase el estado de
sitio en la ciudad. Éste podría haber mandado al Ejército a detener a Mussolini
y sus seguidores, pero, por razones que aún no están claras del todo, no lo
hizo. Quién sabe lo que esta orden habría podido significar para el futuro de
Europa y de la historia del siglo XX.
«Se espera que los fascistas entren en Roma, por la fuerza, hoy
o mañana», contaba el corresponsal de «The New York Times», el 30 de octubre de
1922, hace hoy justo 90 años. «¿Golpe de Estado en Italia?», se preguntaba ABC.
Mussolini estaba ya decidido a no aceptar otra cosa que no fuera el Gobierno. Y
ese mismo día, el Rey optó por pedirle que fuera
primer ministro y que formara gabinete. Unos 25.000 camisas negras
más fueron transportados ese mismo día a Roma, en donde marcharon en un
triunfante y ostensible desfile ceremonial al día siguiente.
Formalmente la dictadura de Mussolini no comenzó aquel día, pero
ya no había nada que hacer. Los fascistas fueron haciéndose con todos los
mecanismos del poder en los meses siguientes. El final de aquella marcha fue el comienzo del camino hacia los
totalitarismos fascistas de
la primera mitad del siglo XX, con sus nefastas consecuencias para las futuras
generaciones de Europa.
Colaboración: Arturo Álvarez D Armas
Colaboración: Arturo Álvarez D Armas
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El siglo veinte marcó un pandemonio político que aún bulle en el mundo entero. Un desencuentro existencial aún no resuelto y lejos aún de solución...