OPINIÓN CLARIN
DEL EDITOR AL
LECTOR
POR RICARDO KIRSCHBAUM
De genocida a Santo Padre, de indigno al Papado a portador
de una luz de esperanza para América Latina. Esas bruscas oscilaciones, sin
pudores, mostraron
a la grey kirchnerista confundida como
lo estaría un pirata en Bolivia frente a la realidad concreta de tener a un
argentino como Papa y que, para colmo, había sido declarado enemigo.
Sólo con recorrer la cadena oficialista de medios se puede
ponderar la magnitud del volantazo que
metieron para evitar quedar desenfocados con la positiva conmoción popular que
significó la mutación del cardenal Jorge Bergoglio en el Papa Francisco. La
entrevista -cordial, hasta afectuosa- de la Presidenta con el jefe
de la Iglesia
cerró una etapa de este desaguisado.
Cristina lució amable, con una timidez estudiada, en su
mejor papel diplomático, muy distinta a esa oratoria airada con la que
había recibido su designación. Los silbidos que despertó entonces de esa platea
la mención de un Papa anónimo (la
Presidenta no mencionó siquiera su nombre) ahora se han convertido en aplausos
fervorosos. Impugnadores feroces dejaron paso a elogios almibarados.
Las sobreactuaciones, en uno u otro sentido, son
desaconsejables porque no son creíbles. Y son indecorosas.
El Gobierno temió quedar pagando frente a una sociedad que había
recibido con marcado regocijo la
decisión de los cardenales.
Al ajustar la estrategia, se ajustaron todos. Los
diputados oficialistas que se negaron a detener una sesión para rendir homenaje
al Papa argentino, luego se anotaron para viajar para salir en la foto.
Cristina pidió la mediación sobre Malvinas, en un acto más
efectista que efectivo. Si esa es la estrategia, hubiera sido más astuto
hacerlo con mayor profesionalidad y sigilo para darle a Francisco, si éste
aceptara esa misión, un margen para que este pedido no aborte.
Así como criticaron y aislaron a Bergoglio, a quien
acusaron de ser el jefe de la oposición, ahora intentan enancarse en su
pontificado. Las especulaciones comarcales del “efecto” Francisco en la
política doméstica y, sobre todo, electoral han sido inmediatas. No sólo del
oficialismo sino
también de la oposición, que ha sentido que la decisión de los cardenales
fue pensada contra Cristina.
Otro desatino.
Los intelectuales que acompañan a este Gobierno han
hablado de una derrota en la “batalla cultural” en la que
ellos interpretan a los templarios en la cruzada.
La “superchería” del Papa y la amenaza de un “populismo”
religioso que detenga las reformas, con las que caracterizaron la nueva
situación, mostraron el ánimo de quienes sienten que el
Gobierno ha hecho una concesión imperdonable, por ahora.
Mañana, quizá, la describan como una maniobra brillante. Y
todos contentos.
EL BLOG OPINA
Imposible es pedirle peras al olmo. La presidenta nunca tuvo educación y menos aún clase. Ella y su difunto esposo fueron unos oportunistas que de rebote en rebote alcanzaron hacerse gobierno. No pasó nada nuevo, más de lo mismo ante un pueblo tan mediocre como sus gobernantes...